Él puso el vinilo de Pink Floyd, era uno de esos detalles tan extraños para un chico de su edad. La miro con una mezcla de deseo y temor y sirvió un vaso de whisky. Se sentaron recostando sus espaldas en el refrigerador y cerraron los ojos. El alcohol pasó al inicio con dificultad pero poco a poco las gargantas se acostumbraban al espesor y densidad y los pensamientos se hacían confusos.
El soltó su mano al viento y fingió que volaba por alturas imaginarias y ella sonrió al verlo, eran dos estrellas de rock en medio de una cocina mediocre, borrachos entre whisky y las ganas de apretujarla contra la puerta del refrigerador y besarla.
Ella sacó de su bolsillo un paquetito de envoltura esmerada, lo abrió y salió un polvillo blanco y la mirada picara que lo invitaba a probar.
El resto de la tarde fue una canción completa mil veces repetida, fue espacios imaginarios y gritos y risas. Nunca se dieron cuenta cómo pero terminaron recostados uno sobre el otro, durmiendo en dimensiones lejanas, eran espacio. De pronto llegó el padre y vio a la hija drogada y a él moviendo la cabeza sin notar su presencia, supo que por lo menos hoy esas criaturas eran libres.
¿de derecha o izquierda?
Hace 13 años