sábado, 20 de abril de 2013

Amigos


Hoy por una arbitrariedad absoluta – aunque la vida siempre es un proceso estocástico, casi nunca determinístico – di con la foto de una amiga de hace mucho tiempo. Bueno, ni tan amigos, pero es una persona agradable. Recordé que la conocí el primer día de mis siete años en la universidad, aunque decir que la conocí es un decir (nunca me queda claro si estos juegos de palabras quedan graciosos o patéticos). Ella estaba esperando a su enamorado (tampoco me queda claro cómo definir a esas relaciones que escapan del cliché, que trascienden por su real conexión) mientras escuchaba Led Zeppelin en la librería de la Universidad. Él era la primera persona que me hablaba en la Universidad, en ese lugar en el que me gustaría pasar el resto de mi vida (en la Universidad como institución, no en esta o aquella en concreto). Luego la recuerdo de las clases de historia del arte que llevamos en algún momento y que creo que ninguno de nosotros aprobó. Eran insufribles, tres horas de arquitectura incaica y colonial que, previa disculpa por la insolencia histórica, me importaban un comino. Así que preferíamos hablar de las clases de cosmología que ella ya había llevado y yo estaba llevando. Recuerdo algunas de sus manías porque me daban gracia por su autenticidad y también recuerdo que gracias a ella descubrí el placer de las galletas laminadas para vegetarianos (una de mis obsesiones hasta hoy). En fin, decía que la recordé al paso porque todas las memorias que cuento fueron de una cotidianidad absoluta y no tienen que ver con ninguna historia coherente. Solo supe algún tiempo después que se intentaba dedicar al arte pero que desistió por una de esas crisis que van hundiendo a gente tan de puta madre (algún día un economista realizará un estudio sobre la cantidad de gente de puta madre que se pierde por ahí y de la que nunca se sabe nada). De su enamorado, supe que le va muy bien, y también tengo buenos recuerdos de él. Nunca nadie había definido mi esencia nómade tan bien como él, y temo que nadie lo hará. A los dos, donde sea que estén y aunque nunca me vayan a leer, un abrazo.