domingo, 22 de septiembre de 2013

2012


Hace un año era Johansen, Moscú y últimos pisos de edificios, alcohol y vértigo de ciudades rápidas allá abajo. Era una ausencia, un espacio lleno de materia sin dirección. Era miradas perdidas y tristes, más alcohol y un invierno de mierda destrozando mis huesos. Era el peso de 24 años y los recuerdos de Potosí con la falta de aire. En esa estructura Borges y Cortázar eran dos constantes ecuacionales, todo lo demás era itinerante y algunos factores desaparecían tan rápido como la vida de una ola rompiente en la costa. Ahora el tiempo ha pasado otra vez, le he dado la vuelta al sol y apenas tomo conciencia de dicha hazaña, hoy siento más paz que hace un año pero uno nunca sabe, la paz suele desaparecer así nomás.

martes, 3 de septiembre de 2013

Días de trabajo


Daniel llegó hace unos meses al trabajo – lo vi pasando raudo y distraído – con un ligero malestar. No puedo decir que era lo que realmente le molestaba, pero a cierta edad a las personas les irrita el simple paso del tiempo, la obligación de moverse de segundo en segundo, sin contar con tiempo para planear el siguiente segundo o simplemente desconectarse, hacerse atemporal. Luego lo vi sentarse en su escritorio y tomar un libro de los que tiene apilados al lado de la PC. Lo hojeó durante unos minutos y de pronto se detuvo en una página, una página de miles de palabras, una página de arena. De eso hace ya varios meses. Daniel sigue en esa página y cada vez que me asomo a la altura de su hombro veo nuevas palabras y nuevas oraciones. Parece que Daniel ha encontrado un descanso del tiempo y lo envidio por eso.