Últimamente veo a mucha gente renegar de la izquierda necia, dura, insolente, proletaria, popular…Asumo que la, cada vez mayor, cantidad de Starbucks en cada esquina ha alimentado su fe (exagerada o tontorrona) en el mercado. Han olvidado que el Perú era un país de terratenientes, de abusivos gran putas que explotaban a sus trabajadores en las haciendas azucareras. Han olvidado que el Perú no solo era un país elitista sino (principalmente) indolente. Que los indios dormían tapados con pieles y a la intemperie (lo han olvidado, no seas huevón, no lo han vivido).
Muchos de mis amigos (porque son tipos muy inteligentes, brillantes en muchos casos) han olvidado el poder pulsional de la izquierda. No me importa si no son marxistas, ni yo ni nadie hoy en día lo es. Lo que me importa es su (tal vez) patética complacencia con el mercado, esa actitud de ponerse en cuatro con el franchising, el outsourcing y cuanta huachafada con nombre gringo ha llegado en los últimos veinte años. No me da pena que piensen como piensan (probablemente yo pienso igual que ellos) sino la forma en la que desprecian a los que cuestionan sus dogmas. Me jode que olviden donde viven, y que piensen que caminan por los pasillos de Yale. Si alguna vez se han preguntado por qué no se puede hablar propiamente de un pensamiento peruano, tal vez sea porque preferimos pensar que vivimos en Wonderland y no en la cuadra 7 de la Brasil (donde venden la mejor papa con huevo del Perú).