jueves, 23 de agosto de 2012


Estos bares de mierda están cada vez más llenos. De un tiempo a esta parte las restricciones del gobierno solo han logrado la atracción y el morbo. A la gente le gusta sentirse rebelde, aunque su máximo cuestionamiento al sistema sea caminar tambaleantes a las cuatro de la mañana. Pero después de todo veo mujeres muy bellas que antes no aparecían por estos lugares. La mayoría de eunucos estúpidos se fijan en las de cuerpos apretujados y senos enormes. A mí – por poesía, o probablemente más por patología – me gustan las de apariencia enfermiza. Hace un tiempo conversaba de eso con Daniela y la huevona me salió con una explicación de puta madre. Me dijo que la necesidad de querer mujeres débiles y enfermizas nace de un instinto de protección. De pronto, lo que yo percibía como una aureola intelectual y sofisticada se convirtió en la evidencia darwiniana de mi animalidad elemental. Daniela se cago de risa y me dijo que por eso yo podía engañar a cualquier mujer menos a ella.

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