martes, 3 de septiembre de 2013

Días de trabajo


Daniel llegó hace unos meses al trabajo – lo vi pasando raudo y distraído – con un ligero malestar. No puedo decir que era lo que realmente le molestaba, pero a cierta edad a las personas les irrita el simple paso del tiempo, la obligación de moverse de segundo en segundo, sin contar con tiempo para planear el siguiente segundo o simplemente desconectarse, hacerse atemporal. Luego lo vi sentarse en su escritorio y tomar un libro de los que tiene apilados al lado de la PC. Lo hojeó durante unos minutos y de pronto se detuvo en una página, una página de miles de palabras, una página de arena. De eso hace ya varios meses. Daniel sigue en esa página y cada vez que me asomo a la altura de su hombro veo nuevas palabras y nuevas oraciones. Parece que Daniel ha encontrado un descanso del tiempo y lo envidio por eso.

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