Hace aproximadamente un año escribí un pequeño artículo sobre la importancia de la educación para la formación de ciudadanos críticos en el contexto de la democracia para la revista TXT. Para él, usé como ejemplo el debate que se produjo en Estados Unidos a propósito del debate entre creacionistas científicos – los voy a llamar tal como ellos se autodefinen, teóricos del Diseño inteligente – y aquellos que utilizan el método científico con rigor para plantear la imposibilidad de utilizar a Dios como una variable relevante para explicar la evolución.
Lo que intentaba demostrar en aquella ocasión era lo que de ideología tiene cualquier modelo educativo. En el fondo proponía que lo importante era dotar a los estudiantes de las herramientas necesarias para que sean ellos los que decidan en que creer, o de que convencerse.
Esa tesis sigue teniendo para mí la contundencia que tenía en ese entonces. Sin embargo, creo que fui injusto en el tratamiento que di a la teoría del Diseño inteligente en aquella oportunidad. Y ello partía de un error conceptual con trasfondo ideológico. Como muchos, mi formación estaba impregnada de escepticismo metodológico, y el enemigo natural de esta forma de pensar es, en países como el Perú (tan religiosos), la fe cristiana.
Entonces adhería a un darwinismo que ahora reconozco poco meditado. Porque no percibía la ideología detrás de la neutralidad de los términos científicos con los que se expresaban los neodarwinistas. Sin embargo mi postura no ha cambiado a una que adhiera a la teoría del diseño inteligente. Creo que es un facilismo explicar lo que no podemos explicar otorgándole una variable que escapa a la ciencia. El diseño inteligente tiene el gran problema – en sus versiones más pseudocientíficas – de reducir todo a una falacia: como no puedo explicar el porqué de toda mi crítica, la remito a un gran diseñador, cúmulo inexpugnable de eso que no puedo explicar.
Pero más allá de esta versión más bien grosera del diseño inteligente, la que con agudeza y humor atacaba Bobby Henderson y el “Pastafarismo”, hay una crítica consistente y repetitiva que desnuda las falencias del evolucionismo darwiniano y que goza de respeto en la comunidad cientifica.
Voy a resumir tres problemas identificados por Luis María Gonzalo, y que remiten a críticas formuladas por William Demski y Michael Behe:
1. Laguna de los pasos intermedios entre dos especies, que Gonzalo ilustra citando a David Kitts cuando señala que “La evolución requiere formas intermedias y la paleontología no las proporciona” . Lo que subyace en esta crítica al evolucionismo clásico es una divergencia entre los cambios que ocurren a nivel microevolutivo y los grandes cambios que suponen las nuevas especies.
2. La selección natural y el azar, por si solos no explican ni la evolución ni el origen de la vida. Para esta crítica, los escépticos del evolucionismo se valen de probabilidades matemáticas de contundencia irrebatible: el proceso ensayo-error necesario para desembocar en nuestra actual configuración evolutiva habría tomado mucho más tiempo del que tomó. Las estadísticas son contundentes.
3. El problema de la Aparicio del Homo rationalis. Aquí se reseña el asombro de la comunidad científica frente al fenómeno de la inteligencia. Parte de la respuesta a este problema debería explicar la paradoja de que el homo neanderthalensis tenía una capacidad de 1600 cc., mientras que el sapiens sapiens solo de 1400 cc., y aún así el que sobrevivió a la evolución y hay puebla la tierra es el segundo (creo que aquí hay variables alternativas que explicarían muy bien el problema como porcentaje de materia gris del cerebro, especialización de las células nerviosas, etc.)
4. El origen del hombre y el principio antrópico. Esta crítica suele formularse en términos muy parecidos a los de la segunda crítica. Las probabilidades matemáticas de que se genere un universo idóneo para la aparición de vida inteligente son tan altas que hacen sospechar que un simple proceso mecánico sea el responsable de la evolución.
Este es un debate que no está zanjado como solía creerlo, pero en todo caso solo refuerza el punto de lo que escribí en aquella ocasión. Solo conocer las posturas encontradas y acercarse a sus argumentos nos brinda la capacidad de elegir y convencernos. Por supuesto, cualquier postura tenderá a ser transitoria pues el proceso de aprendizaje es continuo.
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