Eres extraña en muchos sentidos. Sabes cosas de la vida que solo se pueden saber con intuición, que no están en los libros de física, química o filosofía. Eres calma para quienes viven en un lienzo caótico de colores berrinchudos. Eres la paz del mundo que se desboca en sí mismo, eres millones de millones de contradicciones que conviven en un pequeño cuerpo. Eres el último bastión de la intimidad negada, la de la voz bajita. Tienes esa mirada que da certeza y calma corazones y es que en el fondo definirla es casi imposible. Se pueden usar metáforas por supuesto, y decir que aparentan ser dos profundidades abisinias escondidas en el fondo de una fosa oceánica, o podríamos cambiar las variables y decir que en el fondo tus ojitos esconden galaxias enteras en sus profundidades. Eres el cuento de un domingo de la abuela en el almuerzo, una narración exótica de madre a hijo, eres la tristeza y la alegría de mis días. No sé si lo percibes pero el tiempo se ha dilatado, una vida enorme reptando el mundo no tiene comparación con un día descubriendo tus contradicciones y certezas. Esta no es una carta ni un homenaje, pretende ser una descripción desordenada de variables aleatorias, eres una caricia maternal el día antes del final, eres todo y no eres nada, eres la promesa de un futuro y los temores de que aquel no exista. No eres cualquier paz, eres mi paz perpetua.
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