A veces veo por el balcón de mi departamento el atardecer de la ciudad, tan calmado y bullicioso. Imagino a la gente corriendo de un lugar a otro, corriendo de un apuro al siguiente, esperando encontrar el último de su día y caer dormidos.
Veo los buses repletos de gente que marcha en ambas direcciones en cada avenida que revienta de smog, graznidos motorizados e insultos de choferes y cobradores. Veo los escasos edificios y sus ridículas alturas.
Ayer en las noticias han vuelto a decir que un gran terremoto es inminente en la ciudad, que probablemente ocurra este, o el próximo (o el próximo año). Me preocupa él, me preocupa que no sobreviva, que muera aplastado por una viga enorme en su edificio. O peor: que sobreviva y no lo encuentren, que piense en cada conversación que tuvimos, que desvaríe poco a poco y termine desesperado sin poder moverse. Luego de ver el reportaje lo llamé, pero no quise arruinar su buen humor. Le dije que se cuide mucho y el me respondió diciendo que no me preocupe, que esas cosas las vienen diciendo desde los tiempos de nuestros padres en la tele, que no nos vamos a morir así, en un terremoto.
Pero el pecho me oprimía e insistí y creo que él se molestó un poco. Le pedí que armara una mochila de emergencia y cuando me prometió que lo haría pregunté qué cosas pondría dentro. Menciono el reloj de su abuelo y las cartas que le había escrito, también una linterna y no pude contener el llanto. Me calmó y en la cadencia de su voz me comencé a excitar. Tome mi sexo con suavidad mientras lo escuchaba y poco a poco moví con más fuerza mis manos que ahora aprisionaban el clítoris mojado. Tenía el teléfono al costado y las manos ocupadas. Mi respiración se hizo más fuerte y mis palabras aisladas. Él me contaba una historia y yo imaginaba que mordía mi cuello y metía su mano en mi entrepierna.
Busqué alrededor de la habitación y encontré una botellita de decoración que introduje mientras mis palabras se hacían cada vez más aisladas e incomprensibles. Mientras sentía que me desvanecía deje de escucharlo y aunque lo volví a llamar nunca volvió la conexión. Mire por la ventana y la ciudad ardía. Su edificio ya no estaba ahí y su mochila nunca había sido preparada.
¿de derecha o izquierda?
Hace 13 años
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